La zona del silencio puso en peligro un ecosistema mexicano

Ciudad de México.- En los años 70 mucha gente se obsesionó con conocer la Zona del Silencio, pues se decía que había actividad extraterrestre. No obstante, su llegada provocó daños irreversibles.

Rápidamente se esparció la noticia: en el norte de México existía un lugar en el que era imposible escuchar cualquier sonido. La gente lo llamó la Zona del Silencio. Las especulaciones aumentaron de manera precipitada y pronto las personas quisieron saber más de ella e incluso conocerla. Esto sin fijarse en el impacto negativo que tendría sobre el ecosistema.

Todo comenzó durante la década de 1970, cuando los pedazos de Athena, un cohete que pertenecía a la NASA, cayeron sobre la región que hoy pertenece a la Reserva de Mapimí sin una explicación aparente. Casi de inmediato, un grupo de especialistas estadounidenses llegó a la zona para recoger los restos del artefacto y acordonar el área.

Al no recibir alguna razón convincente ante tal enigma, la gente comenzó a especular. Se decía que era un lugar en el que la radio y los relojes no funcionaban. También se aseguraba que existía actividad extraterrestre e incluso que en determinado espacio era imposible escuchar cualquier sonido. Se trataba de la Zona del Silencio.

La búsqueda de la Zona del Silencio que puso el ecosistema en peligro

Pronto, muchas personas vieron gran potencial para explotar el misterio que engendraba la región y comenzaron a ofrecer excursiones con la promesa de hacer vivir experiencias únicas y paranormales. La gente se había convencido de que se trataba de un lugar con una gran carga energética y empezaron a frecuentarlo para absorberla.

La situación se descontroló: la gente ya no sólo iba por aquellas creencias sino para extraer especies exóticas y venderlas a buen precio en el extranjero, generando así un daño tan severo que quizá nunca será reparado.

Entre las especies que más sufrieron tenemos a la tortuga del Bolsón. Este legendario reptil ha sido llevado al borde de la extinción pues, además de ser comercializado de manera ilegal, su hábitat sufrió degradaciones significativas.

Finalmente, en un gran intento por preservar la vida silvestre, se creó la Reserva de la Biosfera de Mapimí en 1978 –ubicada entre los estados de Coahuila, Chihuahua y Durango–. Al mismo tiempo, se construyó el Laboratorio del Desierto –junto al cerro San Ignacio– cuya misión aún prevalece y consiste en desarrollar diversos proyectos, así como en aplicar programas que ayuden al repoblamiento de las especies.

El acceso fue restringido al público. Sin embargo, según comentó Álvaro López López –investigador del Instituto de Geografía de la UNAM–, muchos grupos seguían llegando por lo que se encontró otra solución. Ante la insistencia de la gente por conocer el lugar, se creó un centro de visitantes controlado por los locales.

De esta manera, se logró una disminución importante del impacto negativo, dando paso a la instauración del turismo sostenible. No obstante, aún queda mucho por hacer pues, a pesar de los esfuerzos, la tortuga del Bolsón permanece amenazada, al igual que otras especies.

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